Los engranajes de “El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad


La ergonomía de los asientos de los autobuses interestatales es cuestionable, al cabo de dos horas de viaje se irrita el hueso palomo y cunde el desacomodo el resto del trayecto; además, los espacios entre una localidad y otra son insuficientes para un cuerpo humano medio, y obligan a contraer las piernas y forzar la postura del tren inferior, con la consecuente trabazón de las rótulas. Esta penitencia se experimente hasta lo inconcebible en recorridos anormalmente largos, como el que acabo de cursar junto a Victor Balcells, Barcelona-Gijón, con una duración aproximada de doce horas. Por suerte ya escribo hundido en el colchón del hotel, las caderas y las cervicales ya han dejado de crujir como los pinos y la habitación está convenientemente acondicionada para fumadores, y dispone de un ventanal que da de lleno a una fachada ocupada por un anuncio de lencería inmenso.
Las primeras horas de viaje resultan más o menos llevaderas, no escuecen las articulaciones, el bus se desliza continuamente en calma y el paisaje todavía no resulta líquido y homogéneo como una cinta de feria; las dos o tres primeras. De ahí en adelante, con la noche ya cerrada y los pasajeros adormecidos, la recreación se dificulta, y si el insomnio aprieta fuerte, uno tira de los libros que lleva en la maleta. "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad. 

Portada selvática


Durante las lecturas, tengo la costumbre de tomar anotaciones, extractar esquemas o subrayar párrafos que me resultan especialmente sugerentes, y me puse a ello, creyendo que el dolor lumbar me obligaría a posponer la tarea en pocas páginas. Por suerte a veces, se lleva encima el libro adecuado, que guarda una rara correspondencia con la inminente realidad que vive el lector y, si se aúna a la lectura cierta capacidad de abstracción y despiste, relega los dolores a un segundo plano. Sólo suspendí su lectura para fumar durante los parones que hacía el conductor en las estaciones de servicio de turno.
A medida que cubría los tres capítulos del libro, di cuenta de que el viaje de su protagonista, Christopher Marlowe, tenía una estructura equiparable a la de mi viaje hacia Avilés junto a Víctor Balcells. Así pues, el primer sector del libro -correspondiente al primer capítulo-, se puede esquematizar del siguiente modo [de ahora en adelante, transcribo directamente de mi libreta de notas; todas las numeraciones son aproximadas, y cualquier tipo de taxonomía, cuestionable, sólo una de las muchas posibles]:
Durante las primeras 5 páginas, un narrador nos sitúa en la cubierta de un barco que boga a través del Tamesis, manteniendo diálogo con los tripulantes. En la página número 5, Christopher Marlowe, uno de los contertulios, comienza a narrar -apenas sin interrupciones a lo largo del libro por parte de la tripulación- su historia.

Joseph Conrad contempla el infinito


La historia de Marlowe se extiende en este primer capítulo, 40 páginas, desde la 5 hasta la 45, donde uno de los contertulios interrumpe su narración en cubierta. Marlowe cuenta cómo llega a hacerse marinero y a embarcar en uno de los barcos que zarpan hacia el Congo, las peripecias vividas durante las primeras semanas en la tierra colonizada, con abundantes descripciones, muy líricas a veces, sobre la situación de explotación vivida por la población negra, y cómo tras un percance, se ve obligado a permanecer en el Congo y realizar una expedición río arriba en busca de Kurtz.

Durante las 40 páginas, la narración se sucede con absoluta normalidad, secuencialmente y sin mayores alteraciones, a excepción de una considerable prolepsis alrededor de la página 25 [limito el análisis a lo puramente estructural, claro que hay muchos otros alicientes susceptibles de reseña en otros niveles de lectura, tales como la simbología de las hilanderas o la fantástica inmersión de Kurtz dentro de la aventura a través de los diálogos que mantienen Marlowe con los altos cargos de la colonización]. Desde la 40 hasta la 45, cuando interfiere de nuevo un tripulante, se narra una escena que, la intervención, suspende, y de la 45 a la 50, se emprende con una reflexión de otras 5 páginas y seguidamente, retoma la escena que había dejado a medias en la página 45.
Tenemos pues, que las 51 páginas de este capítulo, se podrían simplificar al siguiente esquema numérico:


1-5 Descripción de la tertulia en cubierta y su contexto.
5-40 Marlowe narra su historia y, en términos generales, transcurre sin exabruptos.
40-45 Arranque de una escena y suspenso de la misma.
45-47 Reflexión.
47 Interjección de un tripulante.
47-51 Se retoma la escena.

El segundo capítulo del libro cuenta con 40 páginas, en las que se narra la travesía cubierta por Marlowe junto a una hueste de esclavos negros y un par de miembros de la colonización, hacia la base de Kurtz, situada en el corazón de la selva, desde donde especula con marfil. Las 5 primeras páginas explican cómo se prepara el ascenso a través del río y luego, hay una nueva interjección de los tripulantes en cubierta, que da paso a las 25 páginas que describen continuadamente el viaje. En la página número 30 del capítulo, Marlowe hace una pausa para pedir tabaco a los oyentes y suspende la escena que estaba narrando, y a partir de ahí se suceden, durante cinco páginas, una reflexión y el retome de la escena. Las 5 últimas páginas explican cómo llegan a la base y se preparan para ver a Kurtz.

La estructura más elemental del capítulo por tanto, sería la siguiente:


1-5 Preparativos para el ascenso.
Interjección del narrador.
5-25 Ascenso a través del río.
25-30 Arranque de una escena y suspenso de la misma.
30 Interjección del narrador.
30-34 Reflexión.
34-36 Se retoma la escena suspendida.
36-40 Preparativos para ver a Kurtz.


Preparativos para ver a Kurtz


El tercer capítulo consta de 35 páginas, y narra el encuentro con Kurtz, diversas disquisiciones que Marlowe realiza sobre él y su naturaleza. En las diez últimas páginas, narra su regreso del Congo y cómo se encuentra con diversas personalidades relacionadas con la vida pasada de Kurtz.
Así pues:


1-25 Kurtz. 
25-35 Regreso


Ahora bien, por qué Conrad emplea esta estructura. Es conveniente localizar qué puntos la particularizan con respecto a una narración novelística ortodoxa (inicio, desarrollo y conclusión; univocidad espacial y temporal), y qué efectos producen en la lectura. A priori, juzgo tres elementos estructurales claves que, como se muestra en el esquema numérico, aparecen puntual y sistemáticamente: la progresiva disminución de la densidad de los capítulos, las interjecciones del contertulio de marinos en cubierta y las reflexiones localizadas al final de cada capítulo. Si retirásemos de la narración estos tres elementos, nos quedaría entre manos la narración en primera persona de Marlowe, que se limita a retratar unos hechos coherentes dentro de la propia lógica de la narración pero no verosímiles. Lo que Conrad le añade a la narración de Marlowe al urdirla dentro de una estructura narrativa que la trasciende, es un efecto de realidad. En otras palabras: que el lector no tome una distancia crítica con respecto a la historia y que se adentre en ella sin concesiones. Cabría pensar que ese distanciamiento de la historia nuclear, es decir, la narración de Marlowe, que genera el cronotopo de la cubierta, sí invita a la crítica y al juicio, pero no hay que olvidar que Conrad no pretende situar al lector en el congo, sino en la cubierta del barco, junto a los marinos, siendo un marino más. Y le sale a la perfección: la narración de Marlowe se va resquebrajando, incluso bruscamente, como cuando éste pide un cigarrillo, y nos remite a ese segundo espacio, el de los marinos oyentes, para luego volvernos a sumergir en su narración y, puesto que nosotros leemos desde un asiento de bus o un salón, nos encontramos en luna situación pasiva, semejante; las reflexiones de Marlowe nos advierten de la propia inefabilidad de la experiencia que narra, en contraposición a la perfectamente asimilable escena de una conversación en cubierta, reforzando la ilusión de realidad de estar frente al mismísimo Marlowe, por lo sencillo que resulta equipararnos con el cómputo de marineros. Por último es reseñable que los capítulos menguan en tanto en cuanto se van sustrayendo las páginas dedicadas al cronotopo de la cubierta y a las reflexiones de Marlowe, de tal modo que el último capítulo, el más corto, es pura voz, es Marlowe hablándonos, ahora que ya hemos asimilado que la cubierta es verosímil y la narración nuclear no y, ante eso, como lectores, nos encontramos, junto a los marineros, en cubierta. Así, Conrad nos sitúa (me situó) ante una voz que narra algo inverosímil, pero no frente a un texto inverosímil, sino absolutamente realista.

A partir de aquí, es posible aventurar que Conrad, al igual que, por ejemplo, Poe, tal y como explica en "Philosophy of composition", ha estructurado "El corazón de las tinieblas" de una manera muy sesuda, en pos de concretar en el lector unos efectos determinados. La estructura es un enclave basal de la composición novelística y, quizá, uno de los menos inocentes y, a su vez, más solapados por la propia masa del texto. Pero está ahí, y aventuraría que vertebra cualquier novela que se precie de serlo.  

Y luego nada, luego llegamos, y nos levantamos de los asientos con dolor y le hablé a Víctor Balcells largo y tendido sobre Conrad, la estructura novelística, la mímesis y sus efectos y sobre el frío que empezaba a calar en los huesos.   




Iago Fernández


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