Albert Serra: instrucciones para convertir a Miguel de Cervantes en una pluma voladora.



La literatura no nace en los libros ni, por supuesto, han de ser los libros su medio transmisor por excelencia. A día de hoy, es vasta la proliferación de, por ejemplo, adaptaciones cinematográficas, tanto de novelas gráficas como de novelística ortodoxa, algunas con unos resultados notables y otras con resultados deficientes. El objeto de este artículo será ejemplificar una buena adaptación cinematográfica o, lo que es lo mismo, ejemplificar una buena lectura de la obra literaria y su posterior puesta en escena. Lo llevaré a cabo a través del análisis del film que le otorgó al cineasta catalán Albert Serra reputación a nivel europeo, "Honor de cavallería", propuesta extrema de la adaptación de la novela de Miguel de Cervantes, "Don Quijote de la Mancha". Este director suscita sólo adeptos o detractores y, aprovechando su paso por el Festival Internacional de cine de autor de Barcelona 2012, me sumo ya con esta crítica a la primera categoría.

Albert Serra nos observa

Para empezar, habrá que exponer el baremo utilizado para calificar de buena o mala una adaptación cinematográfica, y luego clarificar cómo Albert Serra lo lleva a buen término en "Honor de cavallería", y pautar cuales son las claves básicas para situar la película en correlación con la novela cervantina.

Yo creo que el baremo para calificar una buena o mala adaptación cinematográfica ya lo expuso el crítico de cine André Bazin con suma soltura en libros como "¿Qué es el cine?", más particularmente en su séptimo apartado, "A favor de un cine impuro", y que no sería ocioso recordarlo y tenerlo por herramienta de análisis.

En resumidas cuentas, y leída con bastante holgura, su tesis es la siguiente [hablando sobre las adaptación de "Diario de un cura rural", de Georges Bernanos, por parte de Robert Bresson]: "seguir el libro no ya página a página sino frase a frase, [...] se trata de otra cosa y [...] aparecen en juego unos nuevos valores. El cineasta no se contenta ya con plagiar [...]; se propone transcribir para la pantalla, en una quasiidentidad, una obra de la que reconoce a priorisu trascendencia." Entonces, es posible contraponer dos modelos adaptativos cinematográficos: por un lado, el modelo hollywoodiense que, a través de unos códigos de representación pautados por la industria norteamericana, intentaría mimetizar en pantalla una novela determinada, privilegiando el número de correspondencias que, literalmente, pudieran localizarse entre una obra y otra, y, subrepticiamente, la sustitución de la novela por la filmación homónima; por otro, el modelo bressoniano, que procuraría una relectura de la obra literaria y la sustracción de una creación paralela que, lejos de tener una pretensión mimética, todo lo contrario, busque su propia autonomía, sostenibilidad y sistematicidad resaltando sus propias especificidades.

A partir de aquí, valoraré una adaptación cinematográfica a la sombra del modelo bressoniano, pero haciendo un pequeño añadido aclaratorio: si la adaptación ha de buscar cierta autonomía con respecto a la obra original, pero, a su vez, no deja de ser una adaptación, guardará siempre cierta codependencia con ella que, además, el autor, se supone, pretende conservar al notificar sus fuentes.

Serán, entonces, dos factores los que habrá que valorar en una adaptación cinematográfica: su autonomía y su codependencia con respecto a la obra original, que, como se verá, han de fusionarse en un sólo factor, la complementariedad generada entre ambos productos.

Fotograma de "Honor de cavallería"

Ahora expondré mínimamente cómo adapta Albert Serra la novela de Miguel de Cervantes, disparo de salida, para muchos, de la Modernidad, tras la cuenta atrás del Humanismo, y figura axial de la literatura barroca.

Tras un primer visionado de la película, entiendo que Albert Serra comparte con Cervantes un atributo -propio, a su vez, del nacimiento de la modernidad-, la ironía, y que precisamente a través de la ironía se distancia del resto de características principales de la obra cervantina hasta llegar a confeccionar, sin paliativos, una suerte de negativo estético.

La estructura de la obra de Cervantes es profundamente compleja, y cumple el requisito barroco tan mencionado por Guilles Deleuze, el pliegue, es decir, la obra, en lugar de enunciarse claramente, se va doblando sobre sí misma en un proceso de artificiosidad que pone de relieve la importancia del propio proceso y posterga, tras un espesísimo bosque que sólo será posible despejar tras el discernimiento, la supuesta verdad subyacente en la obra de arte: el narrador encuentra unos manuscritos en árabe que cuentan la vida de Alonso Quijano, desde su investidura como caballero hasta su muerte; contrata a un traductor para que los vierta al castellano y, a partir de ahí, reconstruye las historias de Don Quijote y Sancho Panza, con innumerables intervenciones, puntos oscuros, ambigüedades, equívocos y tergiversaciones; se trata de la reescritura de una rescritura de una reescritura, y qué hay exactamente de ficción o de real en todo ello no se sabe. Por la contra, la estructura de la película de Albert Serra es profundamente simple y discurre y se despliega sin oponer resistencia: comienza in media res, con Don Quijote recogiendo del suelo las piezas de su armadura y, a partir de ahí, se retrata la cotidianeidad de su camino junto a sancho, hasta que opta por separarse de él; y la técnica cinematográfica, en vez de colaborar con un boscoso acertijo, muestra una evidencia en toda su materialidad: emplea planos estáticos, medios de producción exiguos, actores no profesionales y escenarios naturales, en una exaltación de un cine casi primitivo, esquemático y orgánico. Y sucede lo mismo con respecto al dialogismo entre el tándem de personajes protagonistas: en la obra cervantina hay una marcada dialéctica entre Quijote y Sancho, jugando el hidalgo un papel activo, impulsivo, irracional y onírico y Sancho su contrapartida racional, que continuamente pone en cuestión, e incluso ríe, del discurso de su compañero de singladura; en la película de Albert Serra, este dialogismo está extremado y reducido al absurdo: Quijote habla y habla, con muchas anáforas y frases entrecortadas, y Sancho apenas murmura un par de respuestas neutras a lo largo de las casi dos hora de metraje, limitándose a cumplir con resignación las órdenes que se le encomiendan.

Estas características presentes en "Honor de cavallería" y demás producciones de Albert Serra, como "El cant dels ocells", permiten concretar el personalísimo estilo del director catalán y reconocer una marca de ironía en que, precisamente, ostente una adaptación del libro culmen de Cervantes. Es, por tanto, lícito afirmar que la película de Albert Serra goza de las peculiaridades suficientes como para sentirse plenamente autónoma, a nivel estético, de la novela adaptada.



Si hasta aquí he tratado aquello que, a priori, contrapone estéticamente ambos productos, ahora es el momento de concretar qué los afianza y los vuelve, partiendo siempre de ese enfrentamiento, codependientes en el buen sentido, es decir, complementarios.

En mi opinión, esto se da cuando Albert Serra busca en la novela cervantina un espacio adecuado para desenvolver las especificidades propias de su cine, espacio que, obviamente, no está contemplado por Cervantes, al menos como espacio fundamental, dado que las especificidades de su escritura son, a su vez, absolutamente autónomas. Lo encuentra en los segmentos.

Por segmento entiendo la parte de una recta comprendida entre dos puntos, y la novela de Cervantes la comprendo, a su vez, eminentemente, como una novela de puntos, sin espacios de tránsito. Creo que era Juan Benet el que decía que El Quijote era una novela de estampas, es decir, de capítulos cerrados en sí mismo o puntos, cuya transición o segmento no estaría cubierto por la pluma del novelista, y que, por acumulación, procurarían el corpus de la obra y la evolución de los personajes. Cada estampa comprendería, normalmente, un suceso o secuencia autónoma, y así sería lícito hablar de la estampa de los molinos de viento o de la estampa del donoso escrutinio. Como el Quijote es una novela, principalmente, de aventuras -o, mejor dicho, una novela que parodia la novela de aventuras a través de la fagocitación de sus señas más destacadas- es lógico pensar que su núcleo son estas estampas, que concretan los sucesos que constituirán la biografía del protagonista, caracterizándolo, para bien o para mal, y construyendo su conciencia si así lo quiere el novelista. Albert Serra, ante esto, rehúye de los puntos de interés de la aventura y busca un espacio más apto para desarrollar su extrema propuesta cinematográfica, los segmentos que no contempla la obra Cervantina, que son el negativo de la heroicidad y la desmitificación máxima. Así, aparece el paisaje como un tercer personaje, y a lo largo de todo el metraje, se interpone entre la cámara y el grupo actoral, entre los diálogos anafóricos del Quijote y las taimadas respuestas de Sancho, hay abismales períodos de silencio, y, si acaso, de fondo, el criar constante de los grillos o el fungir de la ventolera castellana, en lugar de embestir molinos o arremeter contra rebaños, la pareja de anti héroes se baña, se viste, se despierta, son acosados por las moscas, caminan y se detienen< filmando este tiempo anecdótico, Albert Serra se desenvuelve, singulariza y estiliza la cámara a la perfección.

Con esto, Albert Serra no lee literalmente la obra de Cervantes, sino que lee sus oquedades, las porciones que jamás fueron escritas, y las plasma, exaltando las particularidades cinematográficas mentadas, y produciendo una obra absolutamente sostenible por sí misma; cumple, por tanto, el requisito fundamental del modelo adaptativo bressoniano y, además, a través de esa relectura, el requisito de la codependencia con respecto a la obra original.

Ahora podemos tomar la novela entre las manos y leerla desde otra perspectiva, y viceversa: el film también cumple, entonces, el kit que decidí emplear para calibrar el éxito o el fracaso de una adaptación cinematográfica, la complementariedad discursiva generada con respecto a la obra original.

En definitiva, "Honor de cavallería" me parece una adaptación cinematográfica de primer orden.

Iago Fernández


4 comentarios:

  1. Este tío vino aquí y dijo una maravilla: "van a ver la mejor película de cine español después de Un perro andaluz". A mí su chulería me enamoró

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  2. Como personaje público, Albert Serra no tiene desperdicio. Si mal no recuerdo, en una entrevista le comentaron que Pere Portabella, había dicho que los mejores directores catalanes del momento eran Isaki Lacuesta, José Luís Guerín, Marc Recha y Albert Serra. La repuesta de Serra fue: "Se ha equivocado totalmente. El único soy yo; los otros no valen para nada". Me recuerda cuando Benjamín Prado le dijo a Dylan: "Ey, señor Dylan, buena suerte", y Dylan le dijo: "¿Y para qué la necesito?". No obstante, la calidad de Serra como cineasta no la cuestiono, y, bueno, su egolatría por lo menos tiene un mínimo de fundamento, que a día de hoy ya es mucho.

    Gracias.

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  3. Oquedades, sí, filmar la elipsis narrativa, lo que el texto elude por obvio. En cuanto a tal premisa, su ejercicio cinematográfico es bien interesante. Se puede entrever su adscripción a la tradición cervantina como estudio genérico, al sacar a relucir lo que cierta narrativa da por obvio y literalmente innecesario.
    Lecturas del Quijote, claro, miles, pero recordar la lectura bakhtiniana del tema del cronotopo del camino. Creo que el retener el Quijote como estampas es cuestión más de la memoria de uno y su iconicidad, que del entramado de la novela. Existe un punto A y un punto B, y aunque cada episodio suspenda el tiempo general, y se construya como salida del Quijote del género vehicular caballeresco (desde la perspectiva genérica), precisamente es en el Quijote donde esos episodios toman conexión, interpenetrando géneros, y sobretodo desarrollando los personajes. Los lapsos entre episodios no son impermeables, en ningún caso, si no que dialogan de manera explícita con el resto. O algo de eso.
    Creo que las elipsis filmadas no coinciden con el entre capítulos, si sugerias eso.
    En cuanto a Serra como personaje, sí, bueno, no tiene pérdida, sólo detallar que su personaje es total, es decir, "él es así". Y te aseguro que en trato personal, alguien así es sencillamente insoportable.
    Sobre el tema de los diálogos de los personajes, recordarte que Serra no los escribe, nunca, son improvisaciones de los "actores" sobre dos o tres claves de guión que se les da. Y matizar que el silencio y verborrea de uno y otro se deben puramente a la naturaleza de ambos actores, son, bueno, especiales. Personajes públicos en sus pueblos de origen. El método de Serra es ponerlos en un sitio y dejarles hacer, filma metrajes imposibles que después edita.
    Si quieres ver "Crespià", veràs la argamasa de su manera de filmar.
    De nuevo, sólo pretendo matizar, Honor de Cavalleria me parece todo un acierto, para su modo de hacer, pero la cosa va más en ese sentido, él hace las cosas de una manera, y tal obra se adapta perfectamente a su método. Su cine está tremendamente condicionado a su modo de hacer, y creo que El cant dels ocells falla. Quizá porque se remite a un mito, y la ausencia de texto explícito, su falta de contrapartida literal, le pesa. Porque no creo que el pasaje biblíco esté detrás. A decir: me parece bastante casual que Honor de Cavalleria dé en el clavo, no le otorgo demasiado crédito a Serra como director.

    Buen post. Muy interesantes temas en general.

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  4. En primer lugar, muchas gracias por el comentario y la tertulia teórica que proporcionas (son infrecuentes y, en este caso, oportunos, tales post).

    Obviamente, la mención del cronotopo bakhtiniano es ineludible, siempre y cuando se pretenda analizar el objeto de estudio a través de una lente formalista; y, en este artículo en particular, que pretende cotejar dos productos culturales cuya riqueza excede las interpretaciones reduccionistas, quise alejarme de las categorizaciones rusas para sacar a la luz conceptos, quizá, un tanto más difusos, como el concepto benetiano de estampa. Sin duda, un artículo centrado en el cronotopo quijotesco, sería una grandísima opción futura; dado, sobretodo, que la teoría formalista me pirra. De modo que grandísimo aporte, no obstante, sacarlo a coalición por tu parte.

    En cuanto a las elipsis, no, no sugiero que narren lo que ocurre en el entremedio de los capítulos, sino, en general, lo que la novela cervantina no contempla minuciosamente o no eleva a efeméride primordial y constitutiva de la historia.

    En cuanto a tu mención al "desarrollo de los personajes": el Quijote se caracteriza -según Ferlosio; y según yo, también- por ser un personaje de carácter, no de destino, es decir, no contempla una teleología y tiene unos caracteres fijos, como un personaje de guiñol.

    En cuanto al sistema de trabajo de Serra, lo tenía en cuenta, pero no me importa lo más mínimo: analizo un producto cultural, autónomo y sistemático que se sostiene por sí mismo y se conecta por sí mismo con un corpus cultural determinado; y al autor lo considero una estancia referencial, en este caso. Si el acierto ha sido casual, no lo tengo en cuenta: el producto es bueno por sí mismo.

    Gracias.

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